Autores: Vincent W V Jaddoe VW, de Jonge LL, Hofman
A, Franco OH, Steegers EA, Gaillard R
Fuente: BMJ 2014:348
Las adaptaciones del desarrollo fetal a
exposiciones ambientales adversas pueden afectar permanentemente la estructura
y la función del aparato cardiovascular y causar aumento del riesgo de
enfermedad cardiovascular en la adultez.
La velocidad del desarrollo es máxima durante el
primer trimestre del embarazo. Este período es esencial para el desarrollo de
los órganos cardiovasculares y metabólicos y por ello puede ser crucial para la
salud cardiovascular en la infancia y la edad adulta.
Se desconoce si la restricción del crecimiento
fetal en el primer trimestre se asocia con factores de riesgo para enfermedad
cardiovascular más adelante.
En este estudio poblacional prospectivo de cohortes
con 1184 madres (que sabían la fecha del primer día de su última menstruación y
tenían ciclos regulares) y sus hijos, se analizaron las asociaciones entre la
longitud céfalo-caudal en el primer trimestre y los factores de riesgo
cardiovascular en la infancia.
Los parámetros cardiovasculares de interés fueron
el índice de masa corporal, la distribución de la grasa corporal, la presión
arterial, las cifras de lípidos y de insulina. Todos ellos son factores de
riesgo de enfermedad cardiovascular en la vida adulta.
Este estudio es parte del Generation R Study, un
estudio poblacional prospectivo de cohortes desde comienzos del embarazo,
efectuado en Rotterdam, Países Bajos. Participaron 1184 niños con mediciones de
la longitud céfalo-caudal en el primer trimestre del embarazo (entre las 10 y
las 13 semanas), cuyas madres recordaban la fecha del primer día de su última
menstruación y tenían ciclos regulares. Se midieron también el perímetro
cefálico, el perímetro abdominal y la longitud femoral en el segundo y el
tercer trimestre del embarazo mediante procedimientos ecográficos
estandarizados. Se determinaron el peso y la talla a los 6, 12, 24, 36 y 48
meses.
Para todas las mediciones se emplearon cartillas de
crecimiento a fin de construir los valores de las desviaciones estándar con un
paquete comercial (Growth Analyser 3.0, Dutch Growth Research Foundation,
Rotterdam, Netherlands).
Los niños fueron estudiados nuevamente a los 6
años, edad en la que se determinaron el índice de masa corporal, la
distribución de la grasa abdominal y la grasa total, la presión arterial y las
concentraciones sanguíneas de colesterol, triglicéridos, insulina y péptido C.
Los autores
observaron que el menor tamaño fetal en el primer trimestre se asoció
con distribución adversa de la grasa corporal, mayor presión diastólica y un
perfil de colesterol adverso en la infancia. La restricción del tamaño fetal en el primer
trimestre también se asoció con mayor riesgo de un conjunto de estos factores
de riesgo cardiovascular en la infancia. Estas asociaciones no se pudieron explicar por
características maternas, del parto o del niño.
Las
exposiciones fetales adversas pueden llevar a adaptaciones evolutivas precoces,
entre ellas cambios en la anatomía, la fisiología y el metabolismo de diversos
sistemas orgánicos. Estas adaptaciones quizás sean beneficiosas para la
supervivencia inmediata, pero pueden tener consecuencias adversas al nacer y
más adelante, tales como mayor riesgo de bajo peso de nacimiento y enfermedades
frecuentes en la adultez.
Estudios que
muestran la asociación del bajo peso de nacimiento con el aumento de riesgos de
enfermedad cardiovascular avalan esta hipótesis. El bajo peso de nacimiento no
es el factor causal de enfermedades en la vida adulta, sino sólo el resultado
de diferentes exposiciones fetales y diferentes patrones de crecimiento y el
punto de partida del crecimiento en la infancia. La mayoría de los niños con
bajo peso al nacer tienen un crecimiento compensatorio que los lleva a tener
peso normal a partir de los 2 años.
Los autores
concluyen que, estos resultados sugieren que el primer trimestre del
embarazo puede ser un período crucial para la aparición de factores de riesgo
cardiovascular en la adultez. Las asociaciones observadas son sobre todo
importantes desde una perspectiva etiológica y que son necesarios más estudios
para identificar los mecanismos biológicos causales de base y las consecuencias
alejadas. A futuro, las estrategias para una mejor salud cardiovascular pueden
comenzar desde el embarazo o incluso antes de la concepción.